Infancia

Castigar a los niños para que se «porten bien», ¿sirve de algo?

La gran enfermedad de la sociedad actual es el analfabetismo emocional

Una de las frases cotidianas que me sigue provocando un gran choque cuando la escucho al ir con mis hijos al parque y en cualquier otro lugar es:

“Para, ¡que te castigo, eh! ¡Castigado!”

Vamos a profundizar en ella para intentar descubrir una nueva mirada.

El castigo es una noción arraigada en nuestra cultura y es difícil liberarse de ella. La mayoría de los adultos que todavía utilizan castigos lo hacen con buenas intenciones y piensan que sentir dolor es inevitable para cambiar su comportamiento y ayudarle a ser “mejor persona”. 

En realidad, si queremos sembrar una humanidad más sana, armoniosa y pacífica es necesario conocer y utilizar otros métodos alternativos que funcionen.  

En la actualidad, hay defensores de teorías que consideran que el papel de los adultos es civilizar y domar la naturaleza salvaje de los niños y niñas. Sienten que la disciplina, la enseñanza de valores morales y normas sociales son necesarias para controlar su instinto de pegar, morder… Incluso muchos creen que los niños y niñas nacen con impulsos y tendencias inaceptables. Que no van a desaparecer a menos que se les enseñe a controlarse y comportarse. Y como método se utiliza el castigo. 

Es hora de reflexionar sobre el gran daño que este tipo de creencias han hecho y hacen a la humanidad. Se promueve el castigo cuando se “portan mal”, para que se sientan malos y culpables. De esta manera, cada día, cada instante hay niños que aprenden a renunciar a sus impulsos “indecentes” y poco “civilizados”. 

¿Y sabéis por qué renuncian? ¿Os lo habéis preguntado alguna vez?

Porque sencillamente aman a sus madres, padres, abuelas, abuelos y personas de referencia. Desean agradarles y quieren y necesitan ser amados por ellos. De hecho, una conducta no deseable en un niño suele encubrir, a menudo, una demanda de ayuda, una necesidad de más amor, atención y comprensión, nunca menos. 

El mundo en el que vivimos ha llegado a justificar la violencia, la falta de amor y de empatía, las amenazas y el aislamiento camuflados en una buena disciplina. Esto ha provocado que generaciones enteras obedezcan a figuras autoritarias y sean incapaces de pensar sobre su forma de actuar. De esta manera, las necesidades reales y verdaderas de la infancia quedaron insatisfechas. 

Los adultos actúan así porque quieren evitar “sólo el mal comportamiento”, pero el niño y la niña se siente rechazado y no querido. Esta forma de actuar genera que ya de mayores, pasan o pasamos la vida intentando satisfacer nuestras necesidades tempranas, buscando que nos acepten, comprendan y amen. Son los adultos que hoy sienten culpa, miedo, vergüenza, ansiedad, tristeza, rabia, odio…

Si se fomenta la obediencia por medio del castigo corporal o emocional, si las expresiones infantiles de rabia y dolor son también castigadas, el resultado puede ser desastroso, como podemos ver que ocurre actualmente. 

niño triste porque lo han castigado

De esta manera, el adiestramiento temprano a obedecer las órdenes de otros se convertirá en una segunda naturaleza para el niño o niña. Si somos capaces de ver la tendencia innata de la infancia hacia el crecimiento físico, mental y emocional, su deseo por entender el mundo, dar y recibir amor, aprender, experimentar, explorar y adquirir nuevos conocimientos. 

Si somos capaces de satisfacer las necesidades de amor, de comprensión, si les tratamos con el mayor respeto y confianza, podremos ver que nuestro pequeño o pequeña se convertirá en un adulto responsable, inteligente, colaborador y amoroso.

“El desarrollo de la dignidad, el respeto, la autoestima, la afectividad y la integridad personal son aspectos esenciales para la salud emocional y psicosocial de las nuevas generaciones”

Los niños deben saber que sus padres los aman profunda e incondicionalmente, porque se lo expresan de diversas maneras. Y no sólo su padre o madre, cualquier persona que les acompañe en las escuelas infantiles o en los colegios. 

La retirada del amor o de la atención plena es muy dañina. Son enormemente vulnerables y dependientes de los adultos, tanto en el ámbito cariñoso como de la supervivencia. Cualquier retirada de atención del adulto puede producir grandes dosis de confusión, sentimientos de inseguridad, miedo y ansiedad. 

El desarrollo de la dignidad, el respeto, la autoestima, la afectividad y la integridad personal son aspectos esenciales para la salud emocional y psicosocial de las nuevas generaciones, y estos principios son los grandes pilares de una educación humanizada.

Analfabetismo emocional, la gran enfermedad de la sociedad actual 

Sin embargo, la gran enfermedad de la sociedad actual es el analfabetismo emocional, término que ya utilizó en su día, a principios del siglo XX, el autor Wilhelm Reich. Dicho término pone una gran venda en los ojos de las personas, hasta el punto que no perciben a sus semejantes, incluidos los niños y niñas, como seres humanos dotados de sensibilidad y subjetividad. 

Hay muchas cosas que no se enseñan, simplemente se aprenden. Guiados por los adultos, la infancia tendrá “su propio sentir” para elegir y actuar desde su conciencia, activar su luz y desplegar su amor para crear paz alrededor.  Si tenemos el propósito de evolucionar cada día hacia nuevas formas de experimentar la vida, sabremos ver en los niños su gran pureza. 

Por todo esto, es hora de unirnos y juntos seguir construyendo una educación orientada al Ser. Sólo así podremos generar medios para transitar caminos que nos lleven a una educación saludable.

Susana López

Educadora Social y Directora del espacio educativo VidaiTierra

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Botón volver arriba